El expresionismo fue un movimiento de vanguardia surgido en la Alemania de principios del pasado siglo, coincidiendo con el fauvismo francés, con el que comparte el rechazo de la mímesis y la explosión colorista. Sin embargo difiere de este movimiento por tener cierto aire pesimista y no ocultar la fealdad, pues el expresionismo no rehúye mostrar lo morboso, lo prohibido, lo obsceno…, vean la obra ‹curvas’ y entenderán lo que decimos.

El expresionismo viene a ser una deformación de la realidad para expresarla de forma más subjetiva, pero, que es realidad el arte sino una deformación de la realidad según los ojos del artista. Expresionistas, como deformadores de la realidad, los hubo desde los principios del arte (ahí tenemos los casos de Brueghel, Goya, Van Gogh o el Greco, por citar solo algunos), pero fue en la atmósfera prebélica de Alemania y Francia cuando artistas de tendencias muy diversas se unieron para la creación de un arte más personal e intuitivo, donde predominase la visión interior del artista, la «expresión», frente a la plasmación de la realidad, la «impresión».

La forma en que uno ve depende también de un estado emocional de la mente. Esta es la razón por la que un motivo puede ser visto de muchas maneras, y esto es lo que hace que el arte sea tan interesante. Munch

Un siglo después sigue existiendo el expresionismo. Nunca se fue del todo. Y esta colección que presenta Ángel Alcalde es ejemplo de ello.

Si quieren disfrutar de la capacidad de armonizar colores creando ambientes vitalistas y en ocasiones misteriosos pasen por el hall del hotel NH en Ciudad Real y disfruten del medio centenar de obras que Ángel Alcalde ha colgado en sus paredes. Háganlo despacio y sin prejuicios y lo disfrutarán más.

La exposición es casi autobiográfica, aunque no haya ningún autorretrato entre las obras expuestas, puesto que muestra las principales pasiones o intereses del pintor: la tauromaquia, desde una perspectiva purista y romántica, la naturaleza, desde el compromiso del conservacionista, y las mujeres, desde la mirada del eterno amante.

Los toreros de Alcalde son en sí puro arte, quizá por ello ha escogido a Dominguín y Manolete, y sus toros están plenamente integrados en la naturaleza, casi indistinguibles del paisaje adehesado, pero presentes.

Uno tiene la sensación de que Alcalde necesita disfrutar de ese natural lento, casi detenido en el tiempo, como si temiera que está por llegar el momento final, el de la muerte del toro, ese animal poderoso y bello con el que ha compartido muchas experiencias en las dehesas de Alcudia. Para dar un toque más artístico a su obra añade tintes goyescos o le guiña el ojo a Velázquez con sus meninas.

Las mujeres de Alcalde carecen de rostro reconocible para homenajear en cada cuadro a cuantas ha conocido. En cualquiera de sus cuadros caben todas porque las pinta con tanta fuerza y pasión como las recuerda. Son poderosas, eróticas y voluptuosas, fruto de una orgia de color y fuertes pinceladas, también son atemporales, pero todas están empoderadas, tanto sus meninas dieciochescas como sus curvilíneas de hoy.

La pasión más perdurable de Alcalde es la naturaleza y muy especialmente el Valle de Alcudia, al que retrata con la mirada del niño que recorrió las trochas de Alamillo en compañía de su abuelo para disfrutar de la observación del esquivo y otrora abundante lobo, valle al que volvió como ganadero de toros bravos y al que se escapa en cuanto tiene ocasión para seguir pintando pequeñas charcas o las imponentes cumbres de Madrona.

Anímense y visiten esta exposición antes de que termine su ciclo. Libérense de prejuicios estilísticos y técnicos y jueguen a ver la realidad con los ojos de Alcalde. Les garantizo que disfrutarán mucho.

Por Marcelino Félix (Diario de Castilla La Mancha).